Prólogo. ‘’Clair de la lune’’
En una habitación a oscuras cercana al corazón de Londres, el ambiente se sentía tan húmedo,
que el frío conseguía calar hasta los huesos. El firmamento se mostraba oscuro, carente de
algún astro que iluminara la ciudad, solo amparada por una inmensa luna en cuarto creciente.
Suspiré al sorprenderme a mí mismo, hundido en mis cavilaciones referentes al clima y la
localización de mi ‘’hogar’’, un orfanato en el cual no permanecería por mucho tiempo. No era
culpa de mi comportamiento ni nada parecido, solo era que hacía un mes había cumplido los
dieciséis, y no se me permitía seguir viviendo gratuitamente al llegar a esa edad en la que ya
podía trabajar.
Me apoyé sobre el alféizar y observé maravillado aquel lugar que parecía envuelto en un halo
de misterio y fantasía, como si la luz proveniente de los focos que rodeaban la carpa manara
del corazón del circo. Sí, un circo. El Circo ‘’Clair de la lune’’. No había día en que las entradas
no se agotaran antes de la noche, cuando tenía lugar la actuación. Por no decir que las colas
eran kilométricas, hasta el punto de tener que limitar el aforo.
Aún desde aquí, podía ver los colores de la carpa. Eran de un blanco algo sucio, y un granate
algo oscuro, que le daban un contraste llamativo a la par que creaba ese aura tan extraña y
atrayente.
La entrada no era muy cara, pero tampoco se la podía permitir cualquier persona.
Algún día, yo estaría allí, y vería aunque fuese una sola función.
Tras esto, abrí la ventana y dejé que el viento impactara contra mi cara; sentía como si miles
de pequeñas gotas de agua marina cayeran sobre mi rostro y me devolvieran a la realidad.
No puedo divisar al público, pero son de clase media-alta, si no son de mayor clase
social, tenían preferencia en la cola para las entradas. Mis ojos observan aún la carpa,
preguntándome qué gente formará la troupe de aquel circo, qué clase de artistas conseguirían
llamar la atención de tal forma a esa cantidad de gente, haciendo que volvieran sesión tras
sesión. Quería saber el porqué de aquellas ansias que crecían en mi corazón y que me gritaban
una y otra vez que tenía que ir; no importaba por qué medios, pero sabía que mi alma no
pararía de rogarle a mi cerebro para que mi cordura fuera reprimida y mi lado más estúpido
saliera a la luz.
Necesitaba verlo, aun teniendo 16 años, sentía que lo que esos trozos de tela ocultaban era
algo similar al país de las maravillas, un lugar que nadie hubiera visto jamás, a excepción de
aquellos que podían permitirse entrar e impregnar su memoria con la maravillas ocultas tras la
entrada de aquel singular circo.
Me preguntaba, ¿habría bestias nunca vistas? ¿O fenómenos andantes? Me río para mis
adentros al verme fantaseando como un niño pequeño trazando en su imaginación mil y una
aventuras fantásticas.
Cerré la ventana, era hora de ir a dormir.
Por: Eva Cristina Bezanilla.